La historia de Lidia y Javier es una de esas operaciones de compraventa que parece que se complican y que cuando finalmente todo acaba bien, se celebran todas las veces que haga falta.
Esta es la historia de la venta de la herencia de Javier y su familia y del cambio de vida de Lidia. Una historia que empezó hace un año, cuando Javier y sus primos acudieron a Arantxa a poner el piso que habían heredado de su tía a la venta.
La herencia estaba aceptada y registrada y se pusieron pronto de acuerdo en el precio de salida, así que la comercialización no se hizo esperar. Empezaron a llegar las visitas y al principio hubo que ajustar el precio un par de veces para adecuarlo al precio de mercado. Las visitas aumentaron pero nadie se decidía a reservarlo definitivamente. Arantxa renovaba las fotos, hacía seguimiento de las visitas y mantenía informado a Javier, el portavoz de la familia.
Javier, todo hay decirlo, era la eficacia en persona. Hacía falta un papel, mover un mueble, informar al resto de la familia… él no perdía el tiempo y realizaba todas las gestiones necesarias para facilitar la venta. Aun así, el piso no encontraba a sus futuros propietario. Era como si esperara a la persona adecuada.
Era un piso para alguien especial y ese alguien era Lidia. Ella estaba pasando un momento personal duro y encontrar una casa propia era su rayo de esperanza, una lucecita al final de un túnel que llegaba a su final. Empezó a mirar pisos, uno tras otro, hasta que este piso se cruzó en su camino. Fue un flechazo.
Amparo la acompañó en todo momento, le aconsejó calma al principio y le apoyó cuando encontró este que ya es su piso.
Lidia quería asegurarse la compra de la vivienda y la familia de Javier estaba feliz de haber encontrado compradora. Sin embargo, la complicada situación personal de Lidia implicaba una serie de papeleos que no le permitían cerrar la operación en ese momento. Las dos partes querían asegurar de alguna manera el acuerdo pero no podían cerrarlo en firme por riesgo de perder su dinero o renunciar a la venta de la vivienda. Por ello se decidió proteger los intereses de ambas partes añadiendo una estipulación al contrato de arras: se condicionaba a la obtención del préstamo bancario. De esta manera se paralizaba la comercialización de la vivienda y se podía continuar con la obtención tanto de la documentación necesaria como de la hipoteca.
La confirmación de la concesión de la hipoteca tardaba en llegar. Lidia se abrió a otras opciones. Mientras tanto los papeles imprescindibles para poder firmar la escritura ante notario también se retrasaban. Las cosas empezaban a ponerse tensas.
Marta y Nerea que son las encargadas de atender a las personas que entran en la oficina veían asomar la cabeza de Javier casi a diario en busca de noticias. Siempre con la amabilidad que le caracteriza.
Amparo se colgaba al teléfono para ayudar a conseguir lo que hiciera falta: un papel aquí, una reunión allá, una palabra de apoyo, un mensaje de calma… La ansiedad de Lidia iba en aumento y Amparo se convirtió en un gran apoyo. La paciencia e intermediación de Javier también ayudaron mucho a que la situación se mantuviera tranquila, a pesar de que para él este retraso también suponía una fuente de estrés. Nadie se dejó vencer por los inconvenientes que surgieron y el buen rollo seguía traspasando las paredes de la oficina, como muestra el comentario de Lidia en nuestro Facebook.
“Ya lo creo que es la mejor,muchas gracias a todos, Arantxa y en especial Amparo,una persona maravillosa y una trabajadora excelente....no tengo palabras,encantadora desde el primer momento,da gusto entrar a esa oficina!!!!.Gracias también a Javier, sin duda una grandisima persona....si alguien tiene dudas de que exista la gente buena de verdad,q ayudan de torma tan desinteresada....pues si,es una de esas personas.Gracias,de verdad,ha sido increíble encontrarme así con mi casa.”
Se pasó el plazo. Parecía que finalmente la hipoteca no se concedía y la casa estuvo a punto de volver a comercializarse. A esto nos referimos cuando hablamos de operaciones de compraventa que se complican, ese momento en el que parece que las personas van a tener que renunciar a un sueño.
Pero Lidia no es una mujer que se rinda, Amparo es conocida por su cabezonería a la hora de ayudar a sus clientes, Arantxa es una luchadora nata, Javier quería que esa vivienda fuera de Lidia y finalmente se encontró la solución que permitiría a Lidia empezar su nueva vida. Hubo más buenas personas que prestaron su ayuda y que si no mencionamos es por discreción, pero todo nos llevó a la misma conclusión: cuando las buenas personas se juntan con un objetivo en común y colaboran con la mejor intención, las cosas salen y salen bien.
En esta foto podéis ver las sonrisas tras la firma en notaría de las escrituras de compraventa, pero en nuestra oficina hemos vivido emociones que ponen los pelos de punta. Los buenos días de Javier que iban desde un saludo rápido y tenso a una abierta carcajada cuando todo empezó a solucionarse, la ansiedad de Lidia cuando se acercaba el fin del plazo, la cara de alivio y alegría de Lidia cuando le concedieron la hipoteca, su cara de descansada tras la primera noche que durmió del tirón, el taconeo de Amparo que se recorría la oficina en cada llamada de teléfono y, sobre todo, los abrazos, las miradas cómplices, los agradecimientos entre todas las personas partícipes de este sueño.
Desde Alfa 10 sólo podemos agradeceros que nos permitáis formar parte de momentos tan especiales de vuestra vida, que confiéis en nuestra experiencia para ayudaros con las complicaciones que puedan surgir en las operaciones de compraventa y que compartáis la felicidad de las metas logradas.
La profesionalidad y generosidad de la que han hecho gala Amparo y Arantxa se ve recompensada con vuestra confianza en ellas.
Bueno, con la confianza y con la enorme caja de pastas que trajo Lidia y los deliciosos mantecados caseros que nos preparó Javier, de los que ¡¡¡ya no quedan más que las migas!!! Te tomamos la palabra para esas rancheras, ¡no se nos olvida!
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